Ayer
hice dos años y medio con Niall, sí, ya había pasado tantísimo
tiempo de lo nuestro, y la verdad, todo había empeorado, y más
desde que nació la pequeña Brooke, todo es diferente, todo ha
cambiado, ni siquiera pasamos tiempo juntos, y no veo que la relación
con Niall, y personalmente pensaba que esto se iba a acabar bastante
pronto.
Llegó
a casa después de haber quedado con los chicos, Paula, Vivi y
Johana, no me había comentado si quería ir, o no. Ni siquiera me
preguntó. Solo me dijo, saldré con los chicos y con las chicas, tu
quédate aquí con Brooke.
Fue
hacía la habitación de nuestra hija, donde ella descansaba dormida
plácidamente.
Ni
siquiera me saludó.
Me
fui a mi habitación, cogí una manta del armario, y volví a bajar,
me tumbé en el sofá, donde tenía pensado dormir hoy, y me tapé.
Varias
lágrimas corrieron por mis mejillas, acabando en el cojín del sofá.
Me
quedé dormida rato después.
Cuando
desperté, aún era temprano, pero siempre me gustaba levantarme a
media noche a comprobar que tal estaba mi pequeña princesa.
La
escuché de llorar, y me apresuré un poco más en llegar. El llanto
de la pequeña cesó.
Me
puse en el marco de la puerta, Niall tenía a nuestra hija en brazos,
ya la había calmado, como siempre hacía.
Volvió
su mirada hacia mi, y me sonrió. Pero yo no pude hacer lo mismo,
nuestra situación me dolía, y el parecía no darse cuenta.
Acercate
– me dijo
Dejalo,
mejor yo me voy a dormir de nuevo – dije saliendo de la
habitación.
_____(TN),
espera, tenemos que hablar – dijo cuando estaba bajando las
escaleras, oí como las bajaba tras mi.
Niall,
¿deberas crees que las cinco de la madrugada es la mejor ahora para
hablar? - cuestioné dándome la vuelta.
Eres
mi mujer, y debes estar cuando te necesito.
¡Y
TU ERES MI MARIDO Y NUNCA ESTÁS! - grité y rompí a llorar. -
Joder Niall, sabes muy bien que desde que Brooke llegó todo ha
cambiado, y no para bien precisamente – hice una pausa, para
guardar aire – No lo oporto ni un minuto más, hace más de dos
semanas que nos me das un simple beso, ya no me preguntas ni
siquiera como estoy, ni te preocupas que tal me ha ido el día,
nada de nada – lloré, bajando las escaleras, las que quedaban. Oí
a Brooke llorar de nuevo.
La
has despertado – susurró
No
hace falta que me lo digas, ya la oigo – volví a subir, y cuando
pasé por su lado, el se apartó.
No
se porqué, pero sentí que mi marido me tenía asco, le había
echado en cara todo lo que me guardaba dentro, exploté. Sentí que
me odiaba, no se el motivo, pero lo sentía así.
Cogí
a mi pequeña princesa rubia de ojos azules en brazos, y estuve
acunándola, para que se calmara.
Noté
unas manos en mi cintura, era él. Apoyó su cabeza en mi hombro,
contemplando a nuestra preciosa hija.
Mi
vida, lo siento... Yo no me paré a pensar, siento que hayas tenido
que aguantar todo eso, ¿porqué no me lo dijiste antes? - preguntó
Tuve
miedo – confesé.
¿De..?
Pensé
que me tenías asco, y tuve miedo a perderte – le miré, apenada,
y avergonzada por aquella confesión.
Eso
es una tontería – me dijo – Yo jamás podría tenerte asco, y
respecto a lo de perderme... - me miró a los ojos – No ocurrirá
nunca, ¿me entiendes? Nunca. - me dió un beso, en el que derramé
una lágrima, pero en esta ocasión, de alegría.
Te
amo Horan – reí en sus labios.
Yo
también, señora de Horan.